Mi dí un largo baño relajante y después me arreglé con un aspecto informal pero segura y consciente de lo guapa que estaba. Ayer fue uno de esos días en los que antes de salir te miras en el espejo y te ves guapa, en vivo. ¿Nunca os ha pasado eso? Ese día en el que el maquillaje es perfecto, el pelo te ha quedado genial y la ropa es la apropiada porque resalta lo mejor de ti.
Así estaba ayer, así me sentía.
Llegaba la hora de salir de casa y los nervios empezaban a apoderarse de mí. Metí el regalo en mi bolso y me dirigí al restaurante con paso ligero, intentando relajarme, intentando no pensar en nada; cosa que no logré en absoluto.
Llegué allí y pregunté por Roberto.
La señorita que me atendió me dijo que le acompañara a la mesa. Ya no había vuelta atrás. Nos acercábamos a la mesa donde estaba un hombre sentado de espaldas. No pude reconocerle y eso me hizo asustarme un poco. La señorita se marchó en cuanto me indicó cual era la mesa.
El intuyó mi presencia y se levantó. Allí estaba él frente a mí, sonriéndome; mi jefe.
¡Dios mío! - pensé
El viaje a Madrid, la cena romántica, las notas, las llamadas, los regalos.... eran de L.
No pude articular palabra por unos segundos.
Me dió dos besos. Me ayudó a quitarme el abrigo y amablemente retió la silla para que me sentara.
Estaba guapísimo y debo decir que estaba encantada de que fuera él.
Sorprendida? - me dijo
Por un lado sí, por otro no - le respondí
Creó que notó que estaba nerviosa así que pidió algo de beber para que pudiera tranquilizarme.
Le pedí que me lo contara todo, porque se había fijado en mí, la razón por la que no me dijo nada en Madrid, el posible ascenso....
Como ya sabéis él llegó aquí hace unos meses.
Me dijo que la primera persona en la que se fijó cuando entró por primera vez en la empresa fue en mí. Siempre tan agradable, atenta, sonriente, y trabajadora.
Debo decir que me halagó mucho todo esto.
Así estaba ayer, así me sentía.
Llegaba la hora de salir de casa y los nervios empezaban a apoderarse de mí. Metí el regalo en mi bolso y me dirigí al restaurante con paso ligero, intentando relajarme, intentando no pensar en nada; cosa que no logré en absoluto.
Llegué allí y pregunté por Roberto.
La señorita que me atendió me dijo que le acompañara a la mesa. Ya no había vuelta atrás. Nos acercábamos a la mesa donde estaba un hombre sentado de espaldas. No pude reconocerle y eso me hizo asustarme un poco. La señorita se marchó en cuanto me indicó cual era la mesa.
El intuyó mi presencia y se levantó. Allí estaba él frente a mí, sonriéndome; mi jefe.
¡Dios mío! - pensé
El viaje a Madrid, la cena romántica, las notas, las llamadas, los regalos.... eran de L.
No pude articular palabra por unos segundos.
Me dió dos besos. Me ayudó a quitarme el abrigo y amablemente retió la silla para que me sentara.
Estaba guapísimo y debo decir que estaba encantada de que fuera él.
Sorprendida? - me dijo
Por un lado sí, por otro no - le respondí
Creó que notó que estaba nerviosa así que pidió algo de beber para que pudiera tranquilizarme.
Le pedí que me lo contara todo, porque se había fijado en mí, la razón por la que no me dijo nada en Madrid, el posible ascenso....
Como ya sabéis él llegó aquí hace unos meses.
Me dijo que la primera persona en la que se fijó cuando entró por primera vez en la empresa fue en mí. Siempre tan agradable, atenta, sonriente, y trabajadora.
Debo decir que me halagó mucho todo esto.