Después de 18 vinos, puedo afirmar sin miedo a equivocarme que soy filósofo. Soy el hombre que ve claro el mundo, su devenir y sus viandantes coloraos.
http://create-newaccount.com/
Soy el policía ético del mundo, el ideólogo del ponme otra pa’l camino, el que atesora la materia gris necesaria para el desarrollo de nuestro plan magistral de aquella noche: hacernos con pequeños espejos, pegarlos en la punta de nuestros zapatos y ver si somos capaces de verle las bragas a las mozas del pueblo sin agacharnos. Sólo Damián y Rogelio me acompañan a estas horas: los otros o se han rajado ante las expectativas del plan o han quedado sedados por efectos del Valdepeñas.
Es un plan ambicioso, que requiere, a partes iguales, serenidad y estupidez; al menos lo segundo lo tenemos a espuertas, así que, animados por unos 6 o 7 vinos más decidimos que el espejo que mejor nos va a ir, porque está acostumbrao a mirar mozas, es el espejo del baño de las mozas de donde el Jésus, que es donde nos encontramos en esos fatídicos instantes.
Y al grito de “¡A los servicioooosss....!” un etílico tropel se lanza al cuarto de baño de las mozas en la taberna del Jésus con incierto futuro...
Son las 8 de la mañana y nos encontramos en el calabozo de la comisaría del pueblo; miro a Damián, mi compañero, y no puedo evitar rodar por el suelo de risa. Tiene las dos manos y la cabeza vendadas y una cara de borracho que t’escojonas.
Rogelio duerme, también vendado, y acostado uno ochentaycinco o sea, cuan largo es, en el frío suelo de baldosas: hay que ver cómo le huelen los pies.
Voy a proceder a reírme machotamente de él cuando un rayo de inteligencia me frena: intento palparme y no puedo, pues, oh, mundo cruel, yo también estoy vendado, como mis compañeros, en manos y cabeza.
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Soy el policía ético del mundo, el ideólogo del ponme otra pa’l camino, el que atesora la materia gris necesaria para el desarrollo de nuestro plan magistral de aquella noche: hacernos con pequeños espejos, pegarlos en la punta de nuestros zapatos y ver si somos capaces de verle las bragas a las mozas del pueblo sin agacharnos. Sólo Damián y Rogelio me acompañan a estas horas: los otros o se han rajado ante las expectativas del plan o han quedado sedados por efectos del Valdepeñas.
Es un plan ambicioso, que requiere, a partes iguales, serenidad y estupidez; al menos lo segundo lo tenemos a espuertas, así que, animados por unos 6 o 7 vinos más decidimos que el espejo que mejor nos va a ir, porque está acostumbrao a mirar mozas, es el espejo del baño de las mozas de donde el Jésus, que es donde nos encontramos en esos fatídicos instantes.
Y al grito de “¡A los servicioooosss....!” un etílico tropel se lanza al cuarto de baño de las mozas en la taberna del Jésus con incierto futuro...
Son las 8 de la mañana y nos encontramos en el calabozo de la comisaría del pueblo; miro a Damián, mi compañero, y no puedo evitar rodar por el suelo de risa. Tiene las dos manos y la cabeza vendadas y una cara de borracho que t’escojonas.
Rogelio duerme, también vendado, y acostado uno ochentaycinco o sea, cuan largo es, en el frío suelo de baldosas: hay que ver cómo le huelen los pies.
Voy a proceder a reírme machotamente de él cuando un rayo de inteligencia me frena: intento palparme y no puedo, pues, oh, mundo cruel, yo también estoy vendado, como mis compañeros, en manos y cabeza.