Y me meto en el personaje y siento el mismo dolor que entonces, y me recreo en el dolor y escribo post tan auténticos como esos.
Pero ahora estoy bien, estoy tranquila, tengo la sartén por el mango de todas las historias que pudiese tener, todo está controlado y me siento poderosa.
Dejé ir a quien no quería tener al lado, otros se me fueron sin quererlo. Mantengo cerca pero suficientemente lejos a quienes se debaten en mi mente entre irse para siempre o quedarse por algún lado y a mi lado, siempre cerca tengo al único que amo.
No hay nada más morboso que alguien te diga eso. Que te lo diga mirándote fijamente a los ojos, sin apartar la mirada más que para dirigirla a tus labios entreabiertos.
Que me lo diga con voz ronca, quebrada por el deseo. Que me lo diga sentado exactamente a dos palmos de mí, tan lejos que no pueda tocarle sin moverme pero a la vez tan cerca que pueda olerle y sentir su presencia.
http://www.revistasplayboypdf.com/
Que me diga que esa noche, en cuanto deje de hablar, se recreará con mi pecho desnudo y me hará gemir.
Me gusta que me toquen las tetas mientras me besan apasionadamente. Me gusta que me las chupen y las llenen de saliva; que me las agarren como fuerza clavando los dedos sobre ellas. Lo de la delicadeza no va con esa parte de mi anatomía. Ni con mi vocabulario.
Y digo que es morboso que alguien te diga eso mirándote fijamente a los ojos porque es muy excitante la tensión que se respira en el ambiente cuando alguien te mira fijamente con cara de chico malo y lo único que quiere es morderte los pezones y hacerte gemir.
Pero ahora estoy bien, estoy tranquila, tengo la sartén por el mango de todas las historias que pudiese tener, todo está controlado y me siento poderosa.
Dejé ir a quien no quería tener al lado, otros se me fueron sin quererlo. Mantengo cerca pero suficientemente lejos a quienes se debaten en mi mente entre irse para siempre o quedarse por algún lado y a mi lado, siempre cerca tengo al único que amo.
No hay nada más morboso que alguien te diga eso. Que te lo diga mirándote fijamente a los ojos, sin apartar la mirada más que para dirigirla a tus labios entreabiertos.
Que me lo diga con voz ronca, quebrada por el deseo. Que me lo diga sentado exactamente a dos palmos de mí, tan lejos que no pueda tocarle sin moverme pero a la vez tan cerca que pueda olerle y sentir su presencia.
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Que me diga que esa noche, en cuanto deje de hablar, se recreará con mi pecho desnudo y me hará gemir.
Me gusta que me toquen las tetas mientras me besan apasionadamente. Me gusta que me las chupen y las llenen de saliva; que me las agarren como fuerza clavando los dedos sobre ellas. Lo de la delicadeza no va con esa parte de mi anatomía. Ni con mi vocabulario.
Y digo que es morboso que alguien te diga eso mirándote fijamente a los ojos porque es muy excitante la tensión que se respira en el ambiente cuando alguien te mira fijamente con cara de chico malo y lo único que quiere es morderte los pezones y hacerte gemir.